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El arte callejero es un movimiento que desde el día uno de su aparición fue censurado, perseguido y aunque parezca patético en algunos casos, rentable por una pequeña elite coleccionista. Esta situación la tuvo que sufrir un ícono del arte callejero, conocido como “Bansky”. Este artista que mantuvo (y mantiene) su identidad secreta fue uno de los primeros graffiteros en cuestionar mediantes sus grandes obras: al sistema, la política, la policía y los valores insertados en la sociedad, promoviendo la paz, la justicia, la igualdad y el amor.

Luego de que el Estado decida tapar sus murales, pisando los intereses de los ciudadanos, un pequeño grupo de burgueses invirtieron miles de dólares en extraerlos minuciosamente de las paredes para luego en exposiciones exclusivas negociarlos y que grandes empresarios, políticos y demás actores pertenecientes a la clase opresora se lo guarden en sus casas, prohibiendo al pueblo apreciar nuevas formas de arte con grandes mensajes revolucionarios.

Entre la comunidad perteneciente al arte callejero, en su mayoría les inundaba un horrible sentimiento de indignación ya que el arte callejero no es para nada comercial, al contrario, es un movimiento antisistema más allá de su ilegalidad.

Según Cefiro, artista dedicado a una rama del arte callejero, llamado “paste up” nos dice que: “a mi entender todo el arte callejero es antisistema. Por el simple hecho de estar haciendo algo ‘prohibido’, que está fuera de la ley. El arte callejero en sí es una declaración, aunque no tenga mensaje o parezca no tenerlo, intervenir el espacio público es un acto de rebeldía en sí mismo”.

Nos hace referencia a los objetivos implícitos que tiene este modelo de expresión. “Creo que el arte callejero tiene diferentes variables, una de ellas es de protesta popular, sin dudas. Como describí anteriormente, la calle es el lugar donde ocurren las revueltas, es el lugar en donde el pueblo se reúne cuando necesita hacerlo. Por esa razón muchas obras que tienen las paredes de la calle como bastidor representan protestas o mensajes de rebelión”

 

Cefiro surge como un taller de serigrafía autogestivo hace unos 7 años, después de un paso frustrado por un trabajo en relación de dependencia. Luego de malas experiencias, logró desarrollarlo. Con el tiempo y con un pequeña imprenta en su poder, hace unos años empezó a expresar ideas y sentimientos en la vía pública. Sus obras las podemos observar especialmente en CABA y en el Oeste del Gran Buenos Aires. También, gracias a la solidaridad por parte de otros artistas, sus imágenes llegaron a gran parte de Latinoamérica. Lo podemos encontrar en las paredes de Uruguay, México, Chile, Brasil y Ecuador.

El arte callejero al igual que la militancia, van en contra del individualismo y la acumulación. Todos los artistas en líneas general tratan de no tapar el arte de otrxs, siempre respetando el trabajo del compañerx, además de que en varias ocasiones pegan obras ajenas por los barrios en los que se mueven y se genera un rebote donde “el otro” toma la misma acción. Cefiro nos comenta: “en los tiempos de egoísmo en los que vivimos, que un colega se tome el trabajo de pegar tu obra en su país es algo muy rescatable. Hay mucha solidaridad, lo cual genera una comunión y una cooperación con otros artistas, lo que hace que la obra de todos llegue y se expanda a diferentes partes del globo”.

El paste up, podemos considerarlo como una vía de escape a las propagandas comerciales y políticas que en el día a día nos vemos obligados a consumir. Los ciudadanxs están siendo manipulados por las multinacionales y los partidos con más capital para (tratar de) mantener al revolucionario que todxs tenemos dentro adormecido, así la oligarquía puede manejarnos como números de Excel. Estos actores sociales nefastos se olvidan de lo que es ser persona en sí mismo; enfocándose en la explotación popular mediante medidas de ajuste, flexibilización laboral y en pocas palabras, de opresión. Cefiro a esta cuestión responde: “considero que la calle es el espacio común al que todos tenemos acceso, y que la única propuesta de éste espacio es que consumas un producto o votes a un político. Ahí es cuando aparece el arte callejero para darle pelea a esos aparatos gigantescos y fatales. Mi objetivo es que haya otro recado en la calle además de ‘comprá esto’ o ‘vota aquello’. Que la gente pueda recibir otro tipo de mensaje.